Aunque el origen latino de Mansilla se pierde con los Siglos y el devenir de las lenguas, es fácil reconocer su nombre, procedente de “mansus”, finca fértil, espacio de recreo y cultivo, de los romanos.
La riqueza de estas tierra y la necesidad de protegerlas dieron origen, en torno al año 70, a la primera muralla que rodeó la antigua Mansiella o Mansela, muralla de la que solo quedan los testimonios, al no ser ésta capaz de contener el brío de los godos ni las embestidas de Almanzor.
Debido a la importancia militar que se reconoce a sí mismo el Concejo de Mansilla, en un documento de 9 de junio de 1288, la villa surge como núcleo defensivo para los intereses reales y las ciudades de Oviedo y León.
La localidad conserva la que, probablemente, es la mejor obra de fortificación medieval de la provincia de león, declarada bien de interés cultural en 1931.
Siendo evidente que tuvo un porte más importante que el de simple cerca, las murallas datan del siglo XII, época en la que Fernando II repobló la villa. Están apoyadas en el río Esla que las flanquea por el noroeste y se abren en su mitad para dar paso al puente, que así queda protegido y enmarcado por la puerta de la muralla.
Cada cuarenta metros tiene torres albarranas que comunicaban con un muro anterior hoy desaparecido.
La tapia es alta y gruesa, construida con canto rodado y cal, en algunos tramos tiene más de 14 metros de espesor y aparece coronada con almenas sin saeteras.
Actualmente se conservan amplios fragmentos de tapial, varios torreones almenados y una de las cuatro puertas, la de Santa María.