Esta ruta propone un sugerente viaje a través de los valles de los ríos Bernesga y Luna, por zonas eminentemente montañosas.
Son tierras de contrastes, que se perciben en cada mata arbolada, en respuesta a diversas condiciones bioclimáticas, ahora atlánticas, ahora mediterráneas. Son valles con una dilatada presencia humana, que ha dejado en ellos su impronta, desde el Neolítico hasta el siglo XXI, con sus innovadores sistemas de comunicación.
La ruta se inicia en (1) La Robla, casi una pequeña ciudad crecida al amparo del desarrollo minero y de la central térmica. La carretera por la que discurre (N-630), conocida popularmente como la carretera de Asturias, fue trazada a instancias de Jovellanos a finales del siglo XIX. Sigue el eje longitudinal marcado por el río, que perfila el valle de norte a sur, como también lo hacen la línea de ferrocarril y el nuevo trazado de alta velocidad.
A la entrada de La Robla, casi oculta por la térmica, se levanta la ermita de Nuestra Señora de Celada, en cuyas inmediaciones existió un hospital de peregrinos, ya que está construida al pie del jacobeo Camino de San Salvador. Se trata de una importante ruta de peregrinación medieval que se consolidó cuando los reyes promueven una ruta que, desde León, permitiera a los peregrinos que circulaban por el camino Francés desviarse de su itinerario para ir a venerar las reliquias de la catedral de Oviedo, entre las que figura el sudario de Cristo, para continuar después a Compostela. Por eso, los peregrinos francos pronto cantaban por el camino “quien va a Santiago, y no al Salvador, visita al criado y deja al Señor”.
Después de la Robla está Puente de Alba, una pequeña localidad que contaba con uno de los principales puentes para franquear el Bernesga, por lo que era paso casi obligado. Otros pequeños pueblos quedan a ambos lados de la carretera; los bosque de roble melojo dominan el paisaje de las laderas, mientras el río se acompaña de un bosque galería constreñido entre tanta infraestructura de comunicación.
Tras pasar Peredilla, otra ermita llama la atención del viajero. Se trata del (2) Santuario del Buen Suceso, donde se custodia una imagen de Nuestra Señora, patrona de Gordón. Hito destacado en el camino de San Salvador, la ermita es una sólida construcción del siglo XVIII que ha sufrido numerosas reformas. De su existencia ya se tiene noticia en el siglo X.
Unos kilómetros más allá, en el desvío a LLombera, aparece la primera singularidad botánica del recorrido; se trata de un encinar de considerable extensión, el encinar de LLombera, muestra sobresaliente de estas formaciones que salpican aquí y allá algunas de las laderas orientadas al sur de toda la comarca.
El recorrido prosigue hasta (3) La Pola de Gordón, cabecera de la comarca. Su aspecto ha cambiado mucho en los últimos años y ya apenas quedan las viejas casas de corredor cerrado o los soportales donde se celebraba mercado. La minería del carbón ha sido el motor de todo el valle, y sigue siendo una de sus principales actividades económicas, a pesar de la grave situación que atraviesa. De su presencia quedan numerosas evidencias.
Siguiendo por la carretera N-630, dejamos a un lado el cruce hacia Beberino y Geras, al que más tarde se regresará, y se prosigue en dirección a Santa Lucía y Ciñera. (4) Ciñera merece una parada para disfrutar de un agradable paseo y visitar El Faedo y las hoces del Villar.
El Faedo es un bosque de hayas donde crecen algunos ejemplares centenarios de gran porte. Umbroso y fresco incluso en verano, en su interior sobresale el profundo olor de la hojarasca en el suelo y el rumor sosegado del arroyo que lo atraviesa. Las hayas son muy exigentes en sus requerimientos e imponen duras condiciones a otras especies vegetales, por lo que el sotobosque está poco desarrollado.
No lejos se levanta el Pozo Ibarra, el castillete de la vieja mina declarado Bien de Interés Cultural. Tras cruzar el bosque, remontando el arroyo del Villar, las paredes de caliza que dominan el paisaje se estrechan hasta forma una pequeña garganta, las hoces del Villar, por las que antaño bajaban a trabajar a las minas vecinos de los pueblos del valle del Torío.
Para facilitar su paso sobre el agua se construyó el puente palos, una plataforma elevada anclada en la pared, ahora reconstruida para facilitar el uso turístico.
Tras la excursión y de regreso en la carretera, se enfila de nuevo dirección norte, hacia (5) Villamanín de la Tercia cuyos valores naturales son la base de una amplia oferta turística. En su museo etnográfico se pueden conocer las formas de vida de la zona a lo largo del siglo XX.
Desde Villamanín se puede continuar hacia el puerto de Pajares, con unas espectaculares vistas de la montaña cantábrica central. En las cercanías del puerto se levanta la (6) colegiata de Arbas, muestra destacada del románico rural leonés. También se puede pasar al vecino valle del Torío, ubicado a levante, a través de la collada de Cármenes; o se puede ir hacia poniente, para adentrarse en el espectacular (7) valle de Arbas, presidido por la inconfundible mole caliza de las Tres Marías.
Es esta una opción recomendada. Vegas de pasto y prados de siega prosperan allí donde la roca lo permite. Las primaveras tintan las camperas de mil colores, cuando la nieve invernal libera a estos valles de la incomunicación.
La estrecha carretera que cruza el valle asciende y desciende siguiendo los perfiles del terreno. Deja a un lado el embalse de Casares, idóneo para la observación de aves acuáticas y, poco a poco, sube hacia un pequeño túnel que horada la sierra de Alceo, desde donde las vistas son insuperables.
Si se atraviesa el túnel, la carretera conduce al valle de Luna, el siguiente destino de la ruta. Aunque más fácil es llegar a él desde La Pola de Gordón, a través del valle del río Casares, por las localidades de Beberino, Cabornera y Geras de Gordón. El recorrido ofrece hitos interesantes, como el hayedo de Cabornera y las evidencias de la antigua calzada romana, y en Geras, sus reconocidos embutidos y el centro de interpretación de la Reserva de la Biosfera del Alto Bernesga. Se llega así a la collada de Aralla, destino tradicional de rebaños trashumantes y, un poco más adelante, se conectará con la otra carretera que proviene del valle de Arbas.
En cualquiera de los dos casos, se accede al valle del río Luna, presidido ahora por el embalse que anegó gran parte de sus pueblos y de su vega. Una vez en la carretera que bordea el embalse, se tomará dirección a (8) Los Barrios de Luna, donde finaliza el recorrido. Luna alberga infinidad de recursos de interés, algunos muy relevantes. Sus pueblos solitarios, como Abelgas, Portilla o Sagüera, custodian aún la memoria de otras formas de vida en sus casas con corredor y en sus casas de patín. El embalse ha propiciado nuevas alternativas a la zona y en Mirantes se ubica el “club náutico” que permite la práctica de diversos deportes acuáticos.
Pero sobre todo, son dos las singularidades que hay que destacar en esta zona media del valle del Luna: el sabinar de Mirantes de Luna y la Serie geológica de Los Barrios de Luna.
El sabinar ocupa las franjas de caliza desnuda en los alrededores de Mirantes. Es una formación de enorme interés, uno de los últimos representantes de este tipo de bosques, que tuvieron su expansión en otro momento de la historia de la Tierra, cuando las condiciones eran mucho más extremas que en la actualidad. La especie dominante es la sabina albar, inconfundible por su característico porte cónico y tono verde oscuro, apagado. Forma un bosque abierto que prefiere laderas orientadas al sur, donde la sabina se acompaña de distintas especies de carácter mediterráneo.
La Serie Geológica de Los Barrios de Luna puede conocerse en la localidad de Los Barrios de Luna. Es un punto de interés geológico de relevancia internacional, al que acuden estudiosos de todo el mundo para desentrañar en sus rocas cómo se formó la cordillera Cantábrica hace varios cientos de millones de años. El estudio de estas rocas ha permitido también conocer los diferentes ambientes desarrollados a lo largo de su historia geológica y los distintos seres que los poblaron. Para acercar estos recursos al público, en Miñera se ha habilitado un pequeño centro de interpretación con numerosos fósiles y explicaciones. Los Barrios de Luna cuenta también con el Museo del Pastor, con distintos aspectos de la vida de los pastores trashumantes, muchos originarios de estos valles.