Declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en 1931.
Ubicado en Montes de Valdueza, su primera construcción se debe a la iniciativa del visigodo San Fructuoso que lo fundó en el año 635.
Precisamente, este santo está considerado como un símbolo de la vida eremita ya que, aparte de este convento, también impulsó los de Compludo y San Pedro de Peñalba.
Sería su discípulo, San Valerio, con la advocación de San Pedro y San Pablo, quien continuaría esta labor, no sin la oposición inicial de los primeros monjes.
Quedan para la historia, como transcribió el cronista Luis Pastrana, las palabras de este santo con las que describe la belleza innegable de este paraje
“Es un lugar parecido al Edén y tan apto como él para el recogimiento, la soledad y el recreo de los sentidos.”
Tres siglos más tarde, San Genadio, que sería Obispo de Astorga, junto con otros doce compañeros, reedificaría este monasterio que alcanzaría su apogeo bajo la Regla de San Benito. Es, precisamente, entre los Siglos XI y XIII cuando consolida sus dominios en Galicia, León y Zamora y disfruta de una época de cierta prosperidad gracias a las donaciones recibidas.
Arquitectónicamente es hispano visigodo, pero alterna el prerrománico visible en los capiteles con el románico de la torre, los restos del claustro y la fachada de la iglesia.
Desgraciadamente hoy sólo quedan sus restos y la Iglesia del Monasterio, supervivientes de un pavoroso incendio en el Siglo XIX y de la escasa atención al edificio tras la Desamortización de Mendizábal.