La lenteja es una de esas leguminosas que la incipiente agricultura del neolítico en Egipto, Oriente Medio, Indica y Europa ya conocen.
En el discurrir de los siglos se tuvo hacia ella una dudosa estima. No obstante, los griegos y los romanos fueron grandes consumidores de esta legumbre, a la que tenían como plato común de los mas desfavorecidos, aunque no por ello dejó de ser habitual en el rancho del ejercito romano, por considerársela fortificante. Tampoco fue apreciada en tiempos posteriores. En el siglo XVII, por ejemplo, se destinaba para alimentar a los caballos. Solo la hambruna de los periodos de crisis reivindico el valor de la lenteja, tal como sucedió en la Revolución Francesa.
Aunque en el sentir popular de nuestro ámbito geográfico se la conceptuaba como «carne de pobres», lo cierto es que la lenteja fue uno de los cultivos habituales de muchos de nuestros pueblos de la llanura, lo suficiente para satisfacer el consumo familiar de año.
Entre las variedades de la lenteja la pardina es actualmente una de las que mas se siembra en Castilla y León. Es aquí, en las comarcas de Los Oteros, Sahagún y Esla -Campos, en la llanura y corazón de este espacio regional, donde el ecotipo se adapta mejor a las condiciones de un terreno fundamentalmente arcilloso, de bajo contenido orgánico y pH neutro o alcalino, que resulta ser mas apropiado para conseguir la calidad que hoy ofrece esta lenteja.