El valle de Balboa ha sido desde tiempos inmemorables zona de paso entre Galicia y el Bierzo.
Esta ubicación estratégica lo convirtió en escenario de luchas medievales entre leoneses y gallegos que vieron perpetuada su paz con la iglesia de Santa Marina, enclave de espiritualidad para los pueblos de la comarca.
La iglesia, localizada a la entrada de Balboa, se edifica en el siglo XVI sobre otra de origen románico.
Se trata de una de las muestras más destacadas del estilo renacentista berciano, alternando con algunos elementos del románico en la cabecera.
La planta es de una sola nave dividida en cuatro tramos que se rematan con bóveda de cañón con lunetos. La cabecera cuenta con un ábside semicircular cubierto por una bóveda de cuarto de esfera. La edificación de la torre de la iglesia fue encargada a Juan de Perayos y Juan de Pedrosa.
Dispone de planta cuadrada y queda concluida en el año 1588, coincidiendo con el final de las obras de la nave.
En el interior, destaca el retablo mayor, todo de talla y escultura, que al igual que el sagrario son de estilo manierista. Su realización fue encargada a Lucas Formente en el año 1579. En el lateral izquierdo hay un retablo dedicado a La Inmaculada, cuya fábrica procede de la Escuela de Gregorio Fernández. Otro de los elementos llamativos del templo es el San Antonio Abad en posición hierática que se ubica en el lateral derecho.