En el curso medio del Río Porma, Boñar es uno de los referentes turísticos de la comarca por los muchos recursos que ofrece; uno de los más apreciados son los Nicanores, un dulce de hojaldre típico que se elaboran desde 1880.
El Negrillón, el viejo olmo en la plaza, es el emblema de la villa; de él se tiene constancia desde el siglo XVI, aunque el magnífico árbol no pudo superar la grafiosis que terminó con tantos olmos en toda la Península. Y, como reza la canción popular, otro referente de Boñar es el Maragato de la torre de la iglesia, un muñeco que, ajustado al reloj, da las horas en la localidad.
La ruta propuesta parte de (1) Boñar por la carretera CL-626, en dirección a Sabero. Pero antes de iniciar el recorrido, merece la pena acercarse hasta La Losilla y San Adrián, apenas a unos kilómetros, donde se conservan los restos de un antiguo monasterio de trazamozárabe y planta románica, junto al que existe un manantial termal; la tradición cuenta que a él acudían a tomar las aguas las infantas de León. No muy lejos, Las Bodas y Veneros cuentan también con iglesias románicas.
De nuevo en Boñar, se inicia el camino hacia Sabero. Adrados, con ser una pequeña localidad, ofrece magníficos paisajes, los restos de una torre defensiva, buenas muestras de erosión kárstica y un interesante yacimiento de fósiles datados en el Devónico.
Un poco después, en un altozano sobre el pueblo, está la ermita de Grandoso dedicada a la Encarnación, que cuenta con numerosos devotos en la comarca. En Felechas la iglesia de Santa Lucía tiene fábrica del siglo XIV, aunque conserva algunas evidencias visigodas.
Justo al pasar el collado se entra ya en el municipio de (2) Sabero, referente minero de la provincia. Poco a poco, el municipio recobra la vitalidad que perdió al cerrar sus minas hace ya unos treinta años, con una decidida apuesta por el turismo y la promoción de sus variados recursos. Sotillos conserva una interesante iglesia y la leyenda de que en el pueblo se hospedó santo Toribio de Liébana. Pero son las evidencias mineras, las que constituyen un interesante conjunto de patrimonio industrial, encabezado por el pozo Herrera II o pozo Sotillos.
Encima de Sotillos está el Alto de la Camperona que, después de ser final de etapa de la vuelta ciclista ha adquirido cierto protagonismo. Y las vistas que ofrece, bien lo merecen ¡a pesar de las pendientes!
Olleros y Sahelices exhiben también su patrimonio minero, pero es en Sabero donde ese pasado minero ha dejado sus mejores muestras. Prueba de ello es la antigua Ferrería de San Blas, declarada Bien de Interés Cultural, sede actual del Museo de la Siderurgia y la Minería de León, que bien merece una visita. Pero además, los pozos, el economato, el casino, el antiguo hospital Izaguirre o las propias casas de los mineros y las casas vascas, forman también parte de ese complejo mundo de la actividad minera, que centró la vida no solo de Sabero, sino de toda la comarca.
Pero Sabero hace también gala de su pasado medieval, cuando era una plaza fortificada, que conserva aún parte de sus murallas; o del castillo de Aguilar o de Aquilare, que ahora se recuerda cada verano en una fiesta medieval.
De nuevo en ruta, no sin haber probado antes unas buenas morcillas o alguno de sus conocidos dulces, se abandona el valle para dirigirse a la última propuesta de este recorrido, (3) Cistierna, tradicional puerta de la Montaña.
Su nombre podría aludir a sus abundantes fuentes y arroyos. De su historia antigua se conservan algunas estelas vadinienses y la vieja calzada romana.
El auge de la minería a finales del siglo XIX y la llegada del ferrocarril de vía estrecha a la localidad, con su puente de Hierro, marcaron su momento de expansión. Hoy es un municipio activo, que ofrece multitud de posibilidades al turismo, como su museo Ferroviario o el circuito de aguas bravas donde practicar todo tipo de deportes acuáticos, como piragüismo o rafting. Sin olvidar su oferta gastronómica, en la que los renombrados lazos de san Guillermo son protagonistas.
Los pueblos de su entorno conservan una interesante arquitectura tradicional que habla de la transición de la montaña hacia las vegas de los ríos. Palomares, casas solariegas, puentes romanos y antiguas calzadas son algunos de los elementos que se pueden visitar en Santa Olaja de la Varga, Ocejo de la Peña, Aleje o Fuentes de Peñacorada, emplazado entre magníficas vistas panorámicas.