La ruta propone acercarse a una de las comarcas más interesantes de León, que atesora un valioso patrimonio natural y cultural: La Cabrera. Se articula sobre las cuencas de los ríos Eria, que avena la Cabrera Alta, y Cabrera, en la Cabrera Baja; ambas confluyen en el Alto de Carbajal.
Suelos paupérrimos, de naturaleza ácida, han permitido una exigua agricultura que a duras penas ha garantizado la subsistencia. Duras cuarcitas y láminas de pizarra ofrecieron abundante material constructivo para una definida arquitectura tradicional. Ahora, la explotación de la pizarra es base de una próspera industria que, al menos en parte, ha minimizado la profunda despoblación de la comarca.
Altas cumbres y abundantes fuentes abastecieron de agua a numerosas minas romanas, entre ellas la de Las Médulas. Por La Cabrera, los romanos trazaron infinidad de canales cuyo perfil todavía se intuye en las laderas.
La ruta se estructura en dos etapas, coincidentes con las dos Cabreras.
1. La Cabrera Alta. Castrocontrigo-Corporales.
Desde (1) Castocontrigo, el recorrido se adentra en la Cabrera Alta a través del municipio de Truchas por la carretera LE-126. Son muchos los recursos que esta comarca ofrece a un visitante aficionado a recorrer pequeños pueblos y grandes paisajes.
(2) Villar del Monte, fuera de la carretera general, es el primer reclamo. Una esmerada arquitectura tradicional, con formas constructivas propias, salpica el pueblo: casas de dos plantas, de piedra, con vistosos corredores de madera y escaleras exteriores de grandes lajas de piedra, serán una constante en toda La Cabrera. Una chimenea, un tirador, la forma de labrar una balconada o un simple detalle decorativo en el dintel de una puerta personalizarán cada casa. Villar ha guardado con celo sus tradiciones, que ofrece al visitante en su Casa de la Cultura Tradicional y en su pequeño museo del Encaje. Un paseo por el pueblo permite descubrir sus pajares, todavía cubiertos con colmetas, las gavillas de centeno empleadas para techar; o los hornos de barro instalados en algún corredor.
De nuevo en la carretera, cada pueblo tiene algo que ofrecer. Quintanilla de Yuso, Valdavido, La Cuesta… La presencia humana es una constante en el paisaje: el incesante laboreo minero romano en forma de cárcavas rojas que desentrañan la tierra; los cultivos, escasos ahora, que se leen en el paisaje por los bancales en las laderas y por as extensas bandas de matorral que los sustituyen; los soutos de castaños, que producían las sabrosas castañas que tanta hambre distrajeron…
Llegando a (3) Truchas, se distingue en el horizonte la silueta del castillo de Peña Ramiro. Una leyenda cuenta que La Cabrera debe su nombre a una refriega ocurrida en él. Los musulmanes tomaron la fortaleza con un gran ejército, pero las tropas cristianas, a pesar de su inferioridad, ingeniaron una treta para hacerles frente: cuando la oscuridad impidiera ver a los atacantes, simularían un asalto nocturno en que las tropas cristianas serían un rebaño de cabras con antorchas atadas a los cuernos. Y así atacaron una noche y los agarenos, espantados por aquellos espectros que subían ladera arriba contra ellos, abandonaron la plaza y no pararon hasta Torneros de La Valdería, donde se dieron cuenta del engaño a la voz de capra era y de ahí… La Cabrera.
Truchas guarda un bonito puente romano, pero es en Truchillas donde esconde uno de sus tesoros, el lago de Truchillas, declarado Monumento Natural, una magnífica muestra del glaciarismo cuaternario en la comarca. El acceso solo es posible a pie, pero bien merece el paseo para contemplar las escarpadas paredes del pico Vizcodillo, a cuyos pies se abre el circo que ahora acoge el lago y hace miles de años, acogió un glaciar. La vegetación de la zona es otra singularidad del territorio: bosquetes de abedul, serbal, tejo y acebo se distribuyen a lo largo del amplio valle de fondo plano por el que fluye el arroyo del Lago.
El siguiente punto del recorrido es (4) Corporales, localidad de gran interés: la iglesia de Santiago, de sencilla portada románica, y la ermita de la Virgen de Las Ribas; sus casas, sus pajares, los palleiros como aquí los llaman, todavía con cubierta e centeno, sus huertos… permiten intuir cómo debían ser estos pueblos hace apenas un siglo.
En Corporales se mantiene una antigua tradición, la Danza de Nabucodonosor, en la que los danzantes, ataviados de blanco y con vistosas cintas de colores interpretan antiguos oficios locales. Es una de esas representaciones rurales que hay que ver, aunque solo sea una vez.
Corporales es, además, uno de los yacimientos arqueológicos que mayor información ha aportado acerca de las formas de vida de los pobladores prerromanos de esta Sierra. Junto al pueblo hay evidencias de dos castros, uno prerromano, La Corona, de los siglos II y I antes de Cristo; el otro, ya romano, se considera un castro minero. Hay también varias minas de oro, así como algunos de los canales más accesibles de toda la Cabrera, que pueden verse junto a la carretera en Peña Aguda, la collada situada sobre el pueblo camino de la otra Cabrera… confluencia con el Sil.
Desde Corporales la carretera se dirige a (5) Nogar, con sus casas de corredor cerrado junto al río y su bonito puente de piedra. Aunque cualquiera de los pueblos guarda alguna sorpresa: palomares en Robledo de Losada; en Quintanilla de Losada sus casas blasonadas; la gente recogiendo la hierba en verano, un
colmenar, el puente romano de Ambasaguas, su fragua o sus molinos…
(6) Encinedo es el pueblo de más entidad. Cuenta con uno de los museos etnográficos más interesantes de Montañas del Alto de Carbajal.