La ruta propone un recorrido por los valles bercianos más septentrionales, avenados por los ríos Tremor, Boeza, Noceda y Sil. En las estribaciones de la cordillera Cantábrica y de la Sierra de Gistredo, conforman un territorio montañoso, de grandes paisajes, donde perviven bosques de influencia atlántica y las evidencias de un pasado glaciar. La minería ha marcado el carácter de la comarca, en especial durante el siglo XX con la explotación de los yacimientos de carbón.
La ruta se inicia en (1)Bembibre, capital del Bierzo Alto. Ubicada en una fértil llanura en el curso bajo del Boeza, el paraje fue poblado desde antiguo, como atestiguan las numerosas evidencias castreñas de la zona. Pero el origen de la localidad es medieval, vinculado a la repoblación efectuada por Alfonso IX en el siglo XII. Villavieja, el barrio antiguo articulado por estrechas callejuelas, se abriga junto a los restos del castillo, convertido ahora en una airosa plaza. Otra plaza, la de La Puebla, articula la vida actual de Bembibre, con sus añejas casas porticadas, el nuevo ayunta miento y la iglesia de San Pedro, también de origen románico, aunque irreconocible tras sucesivas modificaciones.
Numerosas casas de estilo modernista hablan del tiempo de bonanza vivido tras la llegada del ferrocarril, una historia que se presenta al visitante en el museo mu municipal del Bierzo Alto.
Bembibre venera al Santo Ecce Homo, patrón del Bierzo Alto, en el santuario situado en la parte alta del caserío. Cada siete años, con la “Salida del Santo”, se da cumplimiento a un voto de agradecimiento por un milagro ocurrido en el siglo XVII. El Santo es conducido en un desfile procesional hasta la iglesia de San Pedro.
Tras la visita a Bembibre, se inicia el recorrido hacia las fuentes del Boeza. Por la carretera N-6, el primer destino será (2)Albares de la Ribera, con casas tradicionales cubiertas de pizarra o lousas, corredores de madera y escaleras de patín, que refieren el pasado agrícola y ganadero de sus moradores. Entre ellas destaca alguna casona, como la de los Sabugo, y algún palomar. Junto a la iglesia de San Millán, tres magníficos tejos reclaman la atención del visitante.
El camino continúa en dirección a (3)La Ribera de Folgoso y Folgoso de la Ribera, donde el Boeza ofrece ahora unas estupendas playas fluviales, aunque antaño sus aguas eran aprovechadas por los sucesivos molinos que jalonan su cauce, que pueden conocerse en alguna ruta de senderismo local.
En Folgoso, cada Navidad, se instala un Belén motorizado con más de doscientas figuras artesanales.
Remontando el curso del río, la ruta se dirige a Boeza y a (4)Igüeña, donde la minería impregna el paisaje, y la vida.
Durante décadas, la mina fue la principal actividad de estos valles, de la que quedan numerosas evidencias en forma de cargaderos, lavaderos y bocaminas. Hasta la iglesia está dedicada a santa Bárbara… Cuentan que las aguas del Boeza bajaban tintadas de negro, el color del esfuerzo de arrebatar a las entrañas de la tierra este mineral. En Rodrigatos de las Regueras se puede dar un paseo para visitar un bosque fósil de finales del Carbonífero.
Desde Igüeña, el siguiente hito de la ruta es (5)Colinas del Campo de Martín Moro Toledano. En 1229, Alfonso IX concedió fueros al Concejo, integrado entonces además de por el propio Colinas, por Los Montes de la Ermita y Urdiales de Montes, ahora ambos despoblados. Colinas está declarado BIC, con categoría de Conjunto Histórico. Sus dos barrios, separados por el Boeza, se comunican por un bonito puente de piedra de un solo arco. Gran parte de las casas son de patín y corredor, dos alturas y cubierta de pizarra. La iglesia de Santa Dorotea es una construcción popular de gran encanto con su entrada porticada. Pero en el pueblo destaca la curiosa ermita de la Santa Cruz, del siglo XVIII, con un arco que enmarca la calle principal y sirve de acceso al templo.
Muy destacado es el paisaje que rodea Colinas, donde pueden leerse las evidencias de los antiguos glaciares que, durante el Cuaternario, modelaron las montañas. Amplios valles de fondo plano y altas cumbres que incluso superan los dos mil metros, como el Catoute, exhiben los circos donde se acumuló el hielo. Las laderas se pueblan de bosques de abedul, donde cada primavera aún canta el urogallo. Más abajo el robledal, acompañado de arándanos, serbales, tejos o acebos, y las infinitas extensiones de matorral, son testigos del incesante deambular del oso pardo en busca de alimento.
La ruta prosigue. Es necesario desandar el camino recorrido hasta Igüeña y Boeza, para desde aquí, acceder al valle del Noceda. La carretera serpentea casi en paralelo a la Sierra de Gistredo; atraviesa las localidades de Quintana de Fuseros, con numerosas evidencias de castros y minería romana, Cabanillas de San Justo, con su amplio caserío y San Justo de Cabanillas, donde se reutilizaron algunos miliarios romanos en las columnas del pórtico de su iglesia.
El paisaje se suaviza y la montaña se prolonga en una amplia vega soleada, óptima para la agricultura. El recorrido llega así a (6)Noceda del Bierzo, un pueblo grande y cuidado, cuyos tres barrios se articulan a lo largo de la carretera: el de Arriba o del Río, el de San Pedro y el de Vega. Tiene Noceda una bonita iglesia en el barrio de San Pedro obra de los siglos XVI-XVII, con atrio porticado y un interesante artesonado; y cuatro ermitas, de San Bartolo, San Antonio, el Santo Cristo de la Peralona y la de Nuestra Señora de las Chanas, en un alto algo alejado del pueblo, con buenas panorámicas.
Los vecinos de Noceda se han esmerado en conservar su patrimonio y darlo a conocer a los visitantes. Se han restaurado fraguas y lagares, así como alguno de los 41 molinos que, a mediados del siglo XVIII, funcionaban en el valle. Varias rutas de senderismo proponen acercarse a las fuentes medicinales del Noceda y sus cascadas, al mirador de la Gualta o a la frondosa vegetación de sus montes, con sotos de castaño y algunos bosques atlánticos querenciosos por la frescura de las vaguadas. En ellos crecen grandes ejemplares de roble albar de cuyos troncos, antaño, salieron las enormes vigas con las que se prensaba la uva en los lagares.
Después, la ruta pone rumbo a (7)Toreno, destino final del recorrido. Siempre hacia poniente, cruza las localidades de Robledo y Villar de las Traviesas, que podrían relacionarse con una antigua calzada romana. Así se alcanza el valle del río Sil, bravo a pesar de los embalses que, aguas arriba, amortiguan su energía.
Toreno articula la vida de la comarca. Su pasado reciente está también asociado a la minería del carbón, que ha dejado una profunda huella en todos estos valles. El pueblo, asentado en una pendiente ladera, creció en el siglo XX al amparo de las minas y de la estación del ferrocarril minero de la MSP.
Sobresalen en Toreno la iglesia de San Juan Bautista, el palacio de los condes de Toreno del siglo XVII, la Casa de los Escribanos, el puente de origen romano sobre el Sil y, sobre todo, el rollo justicia, la picota medieval donde se exponían reos y ajusticiados.
Cerca de Toreno, en Librán, merece la pena dar un paseo para conocer los abrigos rocosos sobre el río Primout donde se han encontrado pinturas rupestres.