La ruta por los valles de Laciana y Babia propone un recorrido por dos de los valles más singulares de la montaña leonesa occidental. A pesar de su proximidad, ambos coinciden, apenas, en sus magníficos paisajes modelados por el hielo, pues poco se parecen en su litología o sus formaciones vegetales.
La ruta parte de (1)Villablino, una pequeña ciudad crecida a lo largo del pasado siglo XX con el auge de la minería. Alfonso X el Sabio otorgó carta puebla a Laciana, con el privilegio de celebrar un mercado que hoy se perpetúa, cada 12 de octubre, en La Feriona.
Antes de iniciar el recorrido en dirección a Babia, se propone acercarse a conocer dos puertos emblemáticos, el de Leitariegos y el de Cerredo. Para ello es necesario dirigirse hasta Caboalles de Abajo; para subir a (2) Leitariegos, basta proseguir por la misma carretera. Caboalles es un pueblo grande, con numerosas infraestructuras mineras, como el conocido Pozo María, cuyo castillete todavía se reconoce junto a las tradicionales casas lacianiegas.
El puerto, de imponentes vistas sobre Laciana y sobre la vecina Asturias, acoge las instalaciones de la estación de esquí y de montaña, que ofrece todo tipo de servicios para la práctica de estas actividades deportivas, así como numerosas rutas de senderismo con las que descubrir la privilegiada naturaleza de este valle.
De regreso en Caboalles de Abajo, la ruta propone subir al puerto de Cerredo, apenas a unos kilómetros. Para ello es necesario cruzar el puente situado entre el caserío en dirección a (3) Caboalles de Arriba. Es esta una localidad tranquila, donde la minería ha mimetizado, solo en parte, su aspecto tradicional.
Conserva algunas casas antiguas, con sus patios cerrados y sus hórreos, algunos restaurados con la tradicional cubierta de paja de centeno. Un paseo por el pueblo permite descubrir rincones de interés, la escueta iglesia en un alto o una curiosa fuente con la pila circular, amplia, como era necesario antaño para abrevar el ganado.
Una construcción moderna, que quiere simular a las de antes, alberga el Centro del Urogallo, un centro de interpretación donde conocer esta emblemática especie, y los valles donde vive. Detrás se ha recuperado la bolera del pueblo, donde se juega al pasabolos, una modalidad local del juego de los bolos.
Toda la umbría de Caboalles está ocupada por una interesante mancha del bosque característico de la media montaña cantábrica, el bosque mixto. Se trata de un bosque donde el roble albar y el roble carballo, dos especies de robles atlánticos, coexisten con otras muchas especies frondosas, sin que ninguna resulte dominante. Hayas, abedules, fresnos, arces, mostajos, serbales, cerezos, acebos, manzanos silvestres, avellanos o tejos, son algunas de las especies características de estas frondas, que prefieren valles húmedos consuelos ricos en nutrientes. La fauna es numerosa y diversa, pero el protagonismo es para el oso pardo, una especie en peligro de extinción que empieza a recuperar sus poblaciones en estos valles.
Al ir ascendiendo se observan prados de siega; ya en el (4) puerto de Cerredo, junto a ellos se levantan las cabanas, las construcciones que servían de refugio a pastores y ganado durante el tiempo que permanecían en la braña. Las brañas son zonas de pasto ganadas al bosque que, desde siempre, han permitido el manejo tradicional de los ganados en toda la comarca. Cada verano, las gentes con sus enseres y su ganado, se desplazaban a la braña, donde permanecían varios meses para aprovechar estos pastos altos.
Tras comparar los dos puertos lacianiegos, la ruta regresa a Villablino para dirigirse luego hacia Babia. La carretera pasa junto a (5) Rioscuro de Laciana, que mantiene su estructura tradicional con su iglesia, sus casas apretadas con magníficos ejemplos de arquitectura popular y el puente medieval sobre erío Sil. Un poco más adelante está el cruce de (6) Sosas de Laciana, otro de los pueblos que merece la pena visitar, con sus tres barrios, sus ermitas, fuentes y lavaderos recuperados con esmero. El pueblo conserva también una lechería, en la que se transformaba la leche obtenida en las brañas en manteca. Sosas tiene también un magnífico bosque mixto, La Devesa , y las evidencias de un gran castro, el Teso La Zamora.
Hay que regresar a la carretera general para dirigirse a (7) Robles de Laciana, otra localidad celosa de su patrimonio que cuenta con una de las mejores muestras del románico rural lacianiego, la iglesia de San Julián. En las antiguas escuelas se ha preparado un pequeño museo que expone una valiosa colección de fósiles de distintos periodos geológicos.
Y de nuevo en la carretera, remontando el curso del Sil, se deja atrás Villaseca, para alcanzar el siguiente hito del recorrido, (8) el puente de Las Palomas. Merece la pena dejar el coche en la zona habilitada junto a la carretera y acercarse a ver la profunda entalladura del Sil, con una caída de más de 80 metros. La zona muestra una interesante geología, con rocas plegadas y replegadas en formas imposibles y un amplio conjunto de evidencias glaciares.
Aquí pueden observarse unas especialistas de la vida en la montaña, las chovas piquigualdas y piquirrojas, dos córvidos que juegan con el aire en acrobacias imposibles… ¡contemplarlas en vuelo es un verdadero espectáculo!.
No lejos de allí se encuentra la (9) ermita de Nuestra Señora de Carrasconte, patrona de la comarca; y junto a ella, la Piedra Furada, un megalito que siempre marcó la delimitación entre los concejos de Babia y Laciana.
De aquí en adelante, se accede a Babia, en este caso a Babia de Suso, o de Arriba, que hoy corresponde al municipio de Cabrillanes. El primer pueblo es (10) Piedrafita, cuyos puertos fueron destino estival de ganados trashumantes desde siempre, una de las principales actividades de la zona. Llama la atención el pinar que se ubica sobre el pueblo; aunque se trata de una repoblación efectuada a principios del siglo XX, está perfectamente naturalizado y ofrece un agradable paseo por su interior.
Si se prefiere continuar la ruta, es aconsejable desviarse en dirección al Puerto de Somiedo. No debe dejar de visitarse (11) La Cueta, con sus tres barrios, uno de los pueblos más altos de León, con magníficos paisajes entre los que se encauza el Sil. Según se accede a La Cueta, se puede observar un impresionante conjunto de pliegues y fallas que deformaron estos sedimentos calcáreos durante las orogenias; ahora los geólogos pueden descifrar en ellos cómo se gestó la cordillera Cantábrica y a qué tremendas presiones estuvo sometida.
En estos valles predominan los pastizales y matorrales de forma globosa, que soportan bien largos periodos bajo la nieve. En primavera despliegan multitud de flores de colores brillantes que atraen a los insectos que las polinizan. Es el dominio del rebeco, señor indiscutible de la montaña.
En todo Babia es posible leer las evidencias de los glaciares; sus amplios valles de fondo plano, sus erguidas cumbres con circos glaciares en su base donde se acumulaba el hielo, sus canchales que se desparraman ladera abajo, depósitos de morrena que se disponen aquí y allá para relatar hasta dónde llegó el hielo, o su infinidad de lagunas que ocupan ahora las cubetas que antes ocupaba el hielo, son solo una muestra de ello. Enclaves como la laguna de (12) Lago de Babia, todo el entorno de (13) Torre de Babia, o las amplias vegas de Cabrillanes, son solo algunos ejemplos de cómo aproximarse a esta realidad.
Aunque cualquier valle, cualquier pueblo, ofrece paisajes únicos que hacen de Babia uno de los rincones con paisajes más hermosos del norte de León. Quizá por eso, los reyes asturianos cuando venían a estas montañas, abandonaban sus obligaciones y se deleitaban con el simple placer de “estar en Babia”…